¡Hola a todos y a todas! Espero que muchos de vosotros me recordéis y para quién no me conozca mi nombre es Mª Nieves Díaz Calero y soy una alumna de 3º de educación especial de la facultad de Córdoba que estudié en este instituto, al que le tengo un gran cariño.

Vuelvo a escribir para vosotros y esta vez no dista mucho de lo que os conté en otra ocasión sólo que mi edad es diferente, mis motivaciones mayores y mi viaje empieza desde una nueva perspectiva.

¡He vuelto a ir al Sahara! Gracias a mis notas, a este instituto y a ciertas personas, he tenido la oportunidad junto a 14 personas más de hacer 2 semanas de mis prácticas en aquel lugar tan especial. Y yo vuelvo tan enamorada o aún más de allí que cuando fui en aquel 2º de bachillerato. Además, ¡iba en calidad de maestra! (Y también he podido estar con los niños que acogemos en mi familia en verano).

En este viaje son miles los sentimientos, las emociones, las experiencias vividas que me abordan…: “ver para creer” que se suele decir, pero en pocas palabras quiero transmitiros mi pasión por aquel lugar.

¡Qué mundos tan diferentes! Mientras en España nos preocupamos de nosotros mismo, nos cerramos, sólo buscamos la soledad y el individualismo, allí todos son (somos) una gran familia, todos participamos de todos y todo el mundo se conoce, todo el mundo importa y es imprescindible y por supuesto, todo es de todos. Se da, pero mucho más se recibe. Mientras aquí es más feliz quien más cosas tiene, allí es más rico el que tiene la sonrisa más grande (teniendo en cuenta las condiciones de agua, higiene, necesidades básicas…).

Miremos arriba… ¿qué vemos? El poco trocito de cielo que nos permiten ver los altos edificios que no nos dejan ver más allá de lo que hemos visto siempre. Allí se ve TODO el cielo, no hay nada que impida a tus sueños y tus pensamientos volar, creedme que puedes perderte en lo magnífico del lugar mirando al cielo, más aún, por la noche, cuando todo está iluminado por millones de estrellas, muchas más de las que nunca he logrado ver.

Pero mi punto clave de esta experiencia son los NIÑOS. Que maravillosos personajillos que se mueven a tu alrededor llenándote de alegría con sus sonrisas y sus caritas, ¡qué tonta!, todo el mundo ha visto algún niño ¿no?, de hecho, todos hemos sido niños. Pero estos niños no tienen la vida que llevamos aquí, esta vida de la que nos quejamos constantemente, la de ellos es mucho peor y sin embargo son felices. En casa no tienen camas cómodas con suaves mantas, ni juguetes, ni siguiera tele, ni radio; En el “cole” no tienen una hermosa biblioteca, apenas colores y lápices en condiciones, unas libretas con 4 hojillas, no están en sitios cómodos… y no por ello son pobres puesto que su herramienta más importante es el entusiasmo, las ganas de aprender, el deseo de mejorar como personas… ¡ellos mismos son su herramienta más poderosa!

Más enamorada me quedé al encontrar en mitad del desierto la mejor escuela de educación especial que había visto en mis 3 años de carrera. ¡Valla director!, que ganas de sacar su escuela adelante, que emoción por hacer de los chavales gente con una formación mínima y lo más impresionante de todo, lo hacía sin recibir apenas nada a cambio, lo hacía por que le gustaba.

Muchas personas no saben o no creen que existan personas de ese tipo pero es porque ellos han perdido la ilusión de ser personas mejores, porque han abandonado sus sueños y deseos y no los han perseguido, por eso, y terminando ya, os quiero aconsejar que seáis y que os sintáis siempre especiales, que intentéis perseguir lo que realmente queráis, aunque cueste, que nunca abandonéis vuestras metas y que tenéis y por supuesto sois herramientas poderosas de las que podéis aprovechar toda la magia de una simple sonrisa ¡No olvidéis sonreírle al mundo e intentar hacer de él algo mejor!

Resumiendo mi experiencia en una frase: “El Sahara es un lugar dónde no crecen árboles ni plantas, pero dónde florecen personas”.